Comencé mis estudios relacionados con las terapias naturales en la Escuela Superior de Medicina Tradicional China. Allí aprendí acupuntura, moxibustión y masaje TuiNa entre otras muchas cosas. El descubrimiento del masaje desarrolló dentro de mí una luz que poco a poco me guiaría en mi camino.
Después aprendí otras disciplinas de masaje como la reflexología podal y el Quiromasaje en Mingmen, el masaje tailandés en Mthai, el Shiatsu en la escuela del maestro Onoda… hasta que un día descubrí el masaje facial Kobido de manos de Juan Rodriguez, quien había sido discípulo del Dr. Shogo Mochizuki.
El masaje facial fue lo que alimentó mi pasión por el masaje y además, este tipo de masaje resultó ser mucho más que unas simples manipulaciones… detrás, había arte, había magia…
Mis ganas de seguir aprendiendo me llevaron a París en donde aprendí directamente con el Dr. Shogo Mochizuki las técnicas originarias de Kobido.
Además, me formé en otro tipo de técnicas faciales como el masaje intrabucal y el masaje Miofascial con la maestra rusa Tania Pankrat.
También estoy formado en el instituto Splitmassage por la creadora de la técnica Split la doctora Larisa Vitvinova.
Esta última técnica nos permite hacer un diagnóstico y un tratamiento mucho más efectivo sobre los problemas faciales.
Todo esto me ha llevado a querer compartir mis conocimientos en el arte del masaje facial
Cuando se hace con el corazón, llega al de las personas.
Hecho biográfico
Tuve la gran fortuna de poder crecer junto a mis abuelos. Ellos siempre trabajaron con sus manos. Uno de ellos se dedicó a arte de la madera y el mimbre durante toda su vida. Desde que era bien pequeño, siempre que andaba con él, me decía que tenía un don para «trabajar con las manos«.
A medida que fui creciendo siempre tuve claro que quería hacer algo con esas manos pero no sabía muy bien lo que hacer. A los 18 años entré en la Universidad a estudiar informática. Allí descubrí que detrás de las pantallas, sobre todo había números y muchas matemáticas. Y también descubrí que no se me daban nada mal.
Me gustó tanto que decidí aprender un poco más y por eso me adentré en la formación profesional. Quizá partía con ventaja pero saqué matrícula de honor. En esos años profundicé en la programación y sobre todo, me inicié en el diseño de páginas web.
Durante muchos años trabajé en oficinas importantes y eso me hizo aprender que cuesta lo mismo hacer las cosas bien que hacerlas mal… y que es mejor hacerlo bien desde el principio.
También comprendí que todo sirve. Todo lo que aprendemos tarde o temprano nos ayuda. Lo importante es disfrutar del camino porque no somos nuestra profesión, somos mucho más… somos los momentos que vivimos, los segundos, las respiraciones… da igual que en un momento dado seas informático o seas masajista o seas otra cosa… Lo más importante es saborear cada momento.
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